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Van 2 años desde que el mundo conoció a ISIS oficialmente. Pero el origen de ISIS se remonta más allá de la percepción de su existencia por parte de los medios de comunicación. Para concretar, podríamos situar el germen de lo que hoy conocemos por Estado Islámico en los años noventa. Su nombre era Jund Al Sham (Soldados del levante) y su líder, el jordano Abu Musab Al-Zarqawi, que ya había visitado el epicentro del terrorismo pakistaní, y pertenecido a Bayat Al Imam. Posteriormente, Zarqawi viajaría a Afganistán y forjaría una relación desconfiada -pero interesada- con Osama Bin Laden. El grupo de Zarqawi se rebautizaría como Jamaat
Al-Tawihd wal Yihad, pasaría a estar integrando dentro de Al-Qaeda y poseería un campo de entrenamiento en Afganistán.
A partir del 11-S es cuando el camino al horror y el delirio comenzaría a formar parte de un proyecto cuyo fin era la creación de un Estado Islámico. Zarqawi entonces se instaló en Iraq, y la invasión del 2003 se presentó como la oportunidad de oro para la venta de un discurso radical y el alimento del sectarismo. Las cárceles se convirtieron en centros de adoctrinamiento salafista, para desertores de Sadam, que dos años atrás, seguramente, no sabrían ni rezar. Como bien señala el amigo historiador Mariano de Miguel y especialista en Fundamentalismo Islámico, a veces se nos olvida que el núcleo duro de lo que conocemos hoy por Daesh, es un producto iraquí, compuesto por ex componentes del Baaz de Saddam y las mujabarat. Relacionado con ello, el intelectual sirio Yassin Haj Salleh analiza en la revista de Al- Jumjuriya el recorrido la evolución de Daesh en tres capas: En primer lugar la afgana, donde se dio lugar la formulación del discurso ideológico de los muyahidin que luchaban contra la Unión Soviética. En segundo lugar, la capa iraquí en que se construyó a base de la acción de las mujabarat, en un marco de invasión y lucha contra los americanos. Y en tercer lugar, la capa siria, que alimentó y afianzó el poder de Daesh desde una dinámica interna, y no un escenario de invasión.
Esto fue lo que hizo a Daesh "Extenderse para después permanecer". Siria era el escenario de un experimento caótico, que asumía el riesgo que implica el caos: el vacío de poder. Jamaat Al Tawhid se convirtió en el Consejo de la Shura de los Muyahidin en Iraq, y después, habría pasado a llamarse AQI (Al-Qaeda Iraq), para después rebautizarse como ISI (Islamic State Iraq) para posteriormente, decantarse por ISIS (Islamic State Iraq Sham) para finalmente afianzar su "misión global" y eliminar territorios concretos de sus siglas, pues su misión adquiría, dentro de su discurso apocalípitico, un cometido global y expansivo, dirigido a conquistar todo territorio que se lo propusiera, así que ahora se haría llamar IS (Islamic State) a secas. En realidad, esto no forma parte más que de otra pieza propagandística, pues por lo contrario, lo que ha demostrado Daesh es ser pragmático al ir conquistando territorios sunnís que tras ser liberados del régimen, manifestaban debilidad en la organización y gestión de servicios, por parte de gente inexperta en el sector. No olvidemos que la guerra en Siria, obligó a jóvenes pre-universitarios convertirse en periodistas, a vendedores de refrescos (Como bien cuenta Mónica Prieto en su relato de Abu Soffian) convertirse en enterradores, a trabajadores de oficina en bomberos y miembros de las unidades civiles que acuden a rescatar los cuerpos bajo los escombros causados por las bombas, Siria es ese país donde los patios de las casas se convirtieron en hospitale improvisados. En Siria, ya no importa lo que eras antes de la guerra ni importa la experiencia que tengas. La vida, las circunstancias atroces y la carencia extrema hacen que cualquiera, se pueda convertir en algo que pueda contribuir a salvar la vida de los vecinos.
Ante esta insuficiencia para la gestión, y mala organización, junto un alimento de odio promulgado por el régimen en Damasco, la radicalización era un hecho. El régimen trazó una estrategia clara: "Sostenemos y avivamos el problema y nos proclamamos como su solución", y realmente funcionó. Dejó que Daesh aflorara, porque era visible, y consciente de su poder e impacto mediático, por ello relacionar a los manifestantes con salafistas y no establecer una línea clara entre ellos, contribuyó a que Asad se presente como el mal menor y salvador de una Siria laica que jamás existió. Un año después de la revolución, pocos seguían creyendo que los cantos y manifestaciones pacíficas era suficiente, el agotamiento, la feroz represión y la muerte acechaba cada minuto diario. Daesh se nutrió de ello. Fue su gran baza, su oportunidad.
Hoy no se cumplen dos años de la creación de ISIS, no se engañen. Hoy se cumplen dos años de la presentación en sociedad de este monstruo que lleva creándose desde hace más de 20 años y que inclusa beneficia a diversos implicados sobre el terreno sirio. Conocer a Daesh solo por el Al-Bagdadí es erróneo, pues este proyecto lleva desarrollándose mucho más atrás en el tiempo. El poseedor de los relojes millonarios, es simplemente, su última cara visible, dentro de la forma globalizada y neofundamentalista que ha tomado aquel germen de los ochenta y noventa. Hoy, se cumplen dos años desde que ISIS secuestró la revolución del pueblo sirio, nos arrebataron las calles, las palmas, los cantos, la generación de una sociedad civil noble y luchadora, para poner en su lugar armas, odio, delirio, y un discurso que no representa a los sirios. Hoy, se cumplen dos años de una victoria de Asad, pues hoy, todos hablarán de ISIS y no de los asesinatos que él comete.