lunes, 26 de diciembre de 2016

Nuestro regalo de Navidad

A medida que se iba acercando el día, demasiados éramos los que nos preguntábamos si había algo que celebrar, y si existía algún regalo capaz de compensar nuestro inmenso dolor. Navidad, como Fin de año, cumpleaños y alguna fecha más, son días que nos hacen reafirmar el porqué amamos y necesitamos nuestro pasado. Un pasado en nuestras ciudades, con nuestra familia al completo, y con nuestro país sin ser destruido por el régimen y nuestras casas sin ser ocupadas por yihadistas. Ante ello, en nuestro presente no hay una luz, un árbol y ningún regalo que pueda amainar nuestra desesperación por haberlo perdido todo, todo menos nuestra memoria. Aún así,  no es nuestro propósito suspirar por un pasado mejor, si no coger impulso para seguir luchando, al menos, por los que todavía allí se encuentran.

Desde el exilio, ya no vivimos la navidad de la misma manera. Como exiliados, o refugiados nuestra Navidad sigue teniendo como telón de fondo a Siria. Un amigo mío sirio escribía en Facebook que había puesto el árbol de Navidad, y hasta luces, pero lo cierto es que no había nada como el café de la madre o cruzarse con su vecino en Siria. Otra amiga mía siria, decidía de forma inesperada ir a celebrar el día de Navidad con las dos primeras familias sirias que llegaron a Galicia. Les conocimos la semana pasada, y además de desprender simpatía, generosidad y bondad, nos hicieron sentir como si estuviéramos en nuestra casa. Mi amiga, llenó la maleta de regalos y comida "Estamos en día de fiesta, días de paz, de amor, de generosidad, quiero que sepan que los sirios también celebran, quiero que la gente sepa que los sirios tienen mucha paz, mucho amor dentro de ellos. Si la situación se salió de lo esperado, no es porque nosotros queramos" me decía entre lágrimas. Compungida y emocionada,  por mi parte puedo decir que mis mejores Navidades fueron curiosamente en Raqqa.

Sí, en Raqqa, esa ciudad que ahora se asocia al terrorismo, barbarie y por supuesto al odio a lo cristiano (también a lo musulmán). ¿Quién nos lo iba a decir? Recuerdo como los 24 de diciembre cenábamos en nuestra casa...el olor a coliflor en el patio de mi casa, era el anuncio de una noche feliz. Esa misma mañana, visitábamos el mercado para hacer las compras necesarias, el mismo mercado que una década después sería bombardeado sin piedad. Después íbamos a los ultramarinos más cercanos de la plaza central, donde ahora, paradójicamente se exponen los cuerpos ejecutados por Daesh. Por Navidad también se celebraba misa en Raqqa, como no. La celebración religiosa tenía lugar en la iglesia armenia ortodoxa, la misma que años después Daesh, nada más tomar la ciudad, profanaría, arrancaría la cruz de su campanario, e instalaría en el mismo recinto su oficina de Al  Dawa, destinada principalmente para las labores de propaganda y actividades "religiosas" Esa, fue la primera de sus muestras en querer aniquilar cualquier signo identitario que no correspondiera con su discurso extremista. Cerca de la iglesia se encontraba la Kanisa (Iglesia, en árabe), guardería a la que yo junto a otros muchachos musulmanes y cristianos asistíamos los dos años anteriores de ingresar en la escuela primaria. Allí también se celebraban festivales de Navidad, y años después, también fue tomada por Daesh para instalar allí a su policía.

Ayer, mientras la gente abría sus regalos,  nosotros no esperábamos nada mientras veíamos las fotos de la nieve en los campos de desplazados en  Siria, mientras esperábamos poder contactar con nuestras familias. Nosotros no esperábamos nada, porque el mundo ha ignorado a Siria desde hace mucho. Sin embargo, los sirios libres hicieron un gran regalo al mundo: la lucha por la continuación y la perseverancia en la defensa de nuestra revolución, que defiende valores universales que no solo nos conciernan a nosotros, si no a la humanidad entera. Y nosotros, aún así, ya no esperamos nada a cambio. Mientras yo no esperaba nada, una prima que vive en Gaziantep me hizo sin ella saberlo, el mejor regalo que me podían hacer: me envió una foto de mi padre, que a su vez le enviaron desde Siria. No veía una foto de él desde hace más de tres años. Está guapísimo, como un chaval que sonríe a la cámara para hacer saber que está bien, que mantiene el tipo, que sigue al pie del cañón. Solo puedo dar gracias, otros no tienen ya nada, ni tan siquiera, la memoria.





Árbol de Navidad en Douma, hecho con restos de bombas y artefactos explosivos, vertidos por la aviación rusa y del régimen Asad.

martes, 13 de diciembre de 2016

Cuando pensábamos que no nos quedaban más lágrimas




Foto que me hizo Nur Chami ayer en Coruña. 


Siento dolor por todas partes. Culpable, como el resto de los días. Esta hoja en blanco que comienza a rellenarse brota desde la más profunda tristeza de mi corazón. Culpable, como el resto de los días, y hoy un poco más, por no haber tenido las fuerzas suficientes de ponerme a escribir esto antes. Una noche en vela que se consumió respirando a distancia la muerte y el horror en Aleppo. Una mañana quemada con los ojos hinchados de tanto llorar, tan hinchados que no me permitían ver ninguna imagen o vídeo más que llegaba desde Aleppo. ¿Son mis ojos o es mi corazón, mi voz, la que ya no puede más?
Pensaba que escribiendo esto me sentiría mejor, pero esta es otra de estas entradas en las que no ofrezco más que desgarro, saturación, y ninguna labor que va más allá del fatídico estado de ánimo en el que me encuentro. Quizás, sea mucho más fácil, que relate lo acontecido en estas últimas horas.

Ayer 12 de diciembre se convocaron concentraciones en distintas ciudades de España y también de Europa. La finalidad era mostrar el rechazo y la indignación ante la masacre que está sufriendo el pueblo sirio y pedir un alto al fuego. Pero de nada vale mostrar indignación y no pedirle a nadie cuentas, y en este sentido, las concentraciones en algunos lugares de España dejaron bastante que desear. En Madrid, a Wasim Ghazi con esfuerzos se pudo hacer con el micro y señalar la autoría principal del genocidio sirio: Asad. Con desprecio y muy poca dignidad se le arrebató el micro y la gente no siguió sus gritos de: Asad Asesino. Otro sirio libre, resultó herido y tuvo que acudir al hospital y con un parte médico de una lesión en un brazo.

En Coruña tuvimos más suerte. Cuatro sirios, los que estábamos allí nos pusimos al frente de la masa concentrada que componían 500 personas, las cuales nos aplaudieron y escucharon hasta el final. En este sentido fuimos muy afortunados, pero no debemos olvidar que nosotros los sirios, en Galicia o en Madrid tenemos derecho a hablar, y que hacerlo no tiene que suponer ningún privilegio. Porque nadie, ya sea apolítico, o "anti imperialista" nos va a explicar lo que pasa en Siria ni a tratarnos como imbéciles. Llevan 40 años decidiendo por nosotros, hablando por nosotros. Ahora que no estamos en Siria, la sombra del autoritarismo opresión y el fanatismo nos persigue con otra apariencia pero mismo fondo, que lejos de defender la dignidad de las personas y responsabilizar a los criminales, se dedica o bien aclamar la victoria de quien masacra a una población inocente, cuyo único pecado ha sido pedir libertad, o bien a mostrar una hipócrita postura que no señala a nadie ¿A quién le pedís el alto al fuego? 

No estoy del todo de acuerdo con aquellas personas que condenaron desde un principio estas concentraciones, porque haciéndolo menospreciaron y (entiendo que sin quererlo) la voz de los que iríamos a poner los puntos sobre las íes, tenemos que hacernos sitio donde sea, ahora más que nunca, y por supuesto corregir todo lo ambiguo. Pero entiendo que lo hicieran, porque hemos aprendido que no nos podemos fiar de nadie, que ya parece que nada vale lo que digamos, que no nos escuchan hagamos lo que hagamos, escribamos, respiremos, gritemos. Nadie lo hace y parece que tenernos delante, en una concentración, en el muro del Facebook, en la calle, en cualquier parte es un auténtico suplicio. Pero lo que no saben estos individuos, es que su indiferencia ha dejado una puerta abierta, a que lo que acontece en Siria hoy, ayer, y a lo largo de estos cinco años, pueda suceder en cualquier otro momento en cualquier parte del mundo. Esta indiferencia cómplice, este silencio legitimador de la barbarie conduce a que como ya sabemos por experiencia de nuevo la historia se repita. Pero por aquel entonces, estoy segura, que a pesar de darnos la espalda, los sirios serán los primeros quienes se solidaricen y apuesto, que serán los primeros que escuchen y empaticen con los gritos de auxilio. 
Pero ahora el mundo ya no se merece nuestra revolución, y aún así, la vamos a mantener. Pero ahora nuestra revolución no se queda en lo poco que queda de Siria, y es contra el mundo inhumano. Estamos solos, pero unidos, vivos y muertos.

Ayer el micro de la concentración estuvo abierto para cualquiera que quisiera decir unas palabras. De forma improvisada cogí el micrófono y hablé con el corazón. Minutos antes, me llegaba la primera de muchas malas noticias de Aleppo y de Hama, donde decenas de personas fueron asesinadas por la aviación rusa que de nuevo bombardeó a la población y la masacró con armas químicas. Fue la primera vez en público que se me cayeron las lágrimas y no me avergüenzo de ello, más bien me sabe a poco porque llorar es lo único que nos queda. Porque pedir auxilio, ya sabemos que no tendrá ningún resultado. Ahora ¿Qué sucederá? 

Al llegar a casa me enteré que el 90% de Aleppo estaba ya tomada por el régimen y sus milicias mercenarias. Un centenar de personas ya habían sido ejecutadas en sus propias casas por estos asesinos. Familias enteras estaban ardiendo vivas. Las mujeres pensando en suicidarse o pidiendo a sus maridos para que las mataran, prefiriendo eso a que las violen los besitias leales al régimen. Durante los últimos días, la gente que se negó a abandonar sus casas, no lo hizo más que porque prefería morir bajo la bomba que bajo la tortura y violencia del régimen, si pasaban a sus zonas controladas. Los activistas informaban de 100.00 personas estaban sitadas en un área de cuatro kilómetros esperando ser o bien capturadas o asesinadas, también estos activistas comenzaron a subir vídeos con un último mensaje al mundo en forma de despedida, porque sabían a ciencia cierta que no les quedaba mucho tiempo de vida. Es tremendamente desgarrador.  Mientras, sinverguenzas no dudaban en celebrar "la victoria" de Al Asad y mofarse desde su sofá con propaganda barata. 

La caída de Aleppo simboliza la humillación y el abandono de la causa siria. Pero Aleppo demostró durante más de cinco años que era capaz de sobrevivir siendo independiente del régimen, aún bajo sus bombardeos. Aleppo, materializó su sueño de libertad a través de sus Consejos Locales y Fuerzas de Defensa Civil que modestamente creados y con mucha valentía resistieron y trabajaron dignamente como pudieron para proteger a la población. 

Adiós Aleppo. Ayer supe que jamás volveré a ti. Te recordaré con el brillo de tu plata, y el dorado de tu piedra. Adiós Aleppo,  el mundo apagó en ti la luz de mi sueño de pisar de nuevo Siria, pero no es solo mi sueño ni el de otros muchos lo que se apagó, sino lo más valioso que tenemos, la vida de nuestros mártires, que hoy lloramos hasta la saciedad.