jueves, 29 de octubre de 2015

La cueva de Ali Baba....y los ladrones




                                                                  Fuente de la imagen: http://www.biobiochile.cl/

Antes de venirme a vivir de una forma permanente sin yo saberlo para Santiago, habituábamos pasar las vacaciones de verano aquí para estar con la familia materna y abrazar al Atlántico. Veníamos más o menos a finales de junio y volvíamos a finales de septiembre a cruzar el Mediterráneo, esta vez en dirección contraria a la de la ida. Eran cinco, seis a veces, horas de trayecto desde Madrid a Damasco. Antes de que llegara el vuelo Madrid-Aleppo, solíamos llegar a Damasco cansados, así que aprovechábamos y nos quedábamos allí para poner broche final a las vacaciones.


Lo cierto es que siempre volvía triste de Galicia, pero pasar esos ratos por mi ciudad favorita mientras le contaba a mi padre mis hazañas por tierras celtas me compensaba un poco de cierta manera. Aunque además de esos momentos de ir y venir de Santiago, íbamos más a Damasco durante el año, pero ese ritual en esas fechas claves, me resultan difícilmente de olvidar y me marcarán sensaciones que no olvidaré nunca.  Solíamos hacer los mismos paseos (Damasco nunca tiene fin, ni te cansas de ella, siempre había algo nuevo que descubrir en los sitios de siempre), dormir en el mismo hotel (Shertaon) y cenar en los mismos sitios, entre ellos el Ali Baba.

El Ali Baba, situado en Sarouja, en la plaza de Yousef ahmad, era uno de los restaurantes más selectos de Damasco, su comida era exquisita y además el sitio en si era de lo más peculiar, pues recreaba una especie de cueva en honor a su nombre, y tenía figuras que me fascinaban (entre ellas un caballo) y siempre pedía a mi padre que me las dejara tocar. Vamos, que era mi restaurante favorito y en el único que no ponía trabas a ningún plato (Solía ser muy pedante, excesivamente pedante con la comida).

No recuerdo cuando fue la última vez que fui, y quizás eso sea bueno para que esta melancolía en los pequeños detalles o estos rituales cotidianos no acaben conmigo de tristeza inmensa cada vez que enciendo la tele. No fue la caja tonta esta vez, sino el periódico esta vez. Todos los días vuelvo a siria, todas las noches le doy un abrazo a mi padre, y sigo volviendo a damasco para que su plata me deje ciega y su jazmín me alborote el espíritu como de costumbre. Pero el Confidencial hoy hizo que visitara nuevamente mis recuerdos en Ali Baba en especial, y qué bueno haberlo hecho pero cuánta tristeza conocer nuevas. Abu Hasan, el dueño de esta cadena de restaurantes que suponían ser de lujo para la mayor parte de la población siria en los noventa, hoy en día tiene un pequeño restaurante de Shawerma (que es lo que aquí equívocamente mal se llama al Kebab, que es otra cosa distinta, y por supuesto sabe muy diferente).

La noticia inevitablemente tiene un trasfondo contextual y reflexivo que va más allá de mis memorias, y de los diferentes establecimientos culinarios sirios. Se trata del destino de todos aquellos que huyeron de la Guerra. El ver como dueños de negocios que llevan deslomándose años y años ven como lo pierden todo, y todo el esfuerzo de generaciones de su familia se esfuma.  En el caso de Abu Hasan, su fin terminó cuando algunos de sus trabajadores se unieron a las manifestaciones contra el régimen Al- Asad. Desde aquella las desgracias, como a otros miles y miles de sirios no cesaron. Huyó a Beirut y seguía siendo perseguido, se le desvalijó su cuenta corriente, fue detenido y torturado y tuvo que cerrar el negocio que había abierto en la capital libanesa gracias a su hija que se ofreció a vender un collar que le había regalado: El régimen lo perseguía allá a donde iba e impedía que empezara de nuevo. Logró llegar a Turquía con apenas nada de dinero, estaba totalmente arruinado y su fortuna ya no existía. Con lo poco que tenía, logró, asociándose junto a algún nacional turco, montar un pequeño y modesto negocio muy alejado de la naturaleza del rimbombante y ya viejo Ali Baba damascense.

En Estambul también resurgió otro restaurante al que solíamos ir. El Uanes', este estaba localizado en Aleppo. Solíamos ir muy a menudo, ya que Aleppo (Halab)  queda a unos 200 km de Raqqa. Allí podías ver a mujeres con faldas bebiendo cerveza (Sí, es cierto, mujeres, incluso cristianas  fumando con faldas y bebiendo cerveza. Más de uno pensará que miento porque claro, en Siria la gente era una atrasada, machista y extremista ya antes de la guerra y las mujeres vivíamos con burka encerradas en casa ¿No? Claro, ya). El Uanes' también tiene su ave fénix en Estambul y muchas son las personas que después de haberlo perdido todo y más intentan rehacer su vida, en la medida y en las condiciones posibles. También intentan reanudar sus vidas laborales.

Son solo dos ejemplos de infinitos de vidas rotas que intentan resurgir en Estambul. Cada vez es más frecuente ver negocios de sirios que con ayuda han empezado de cero otra vez, pero en diferente suelo, con menos dinero y con la moral destrozada. Esa es la diferencia entre el ahora y el pasado. Actualmente entre 400.000 y 500. 000 sirios viven en Estambul apostando por una nueva vida. El número y la influencia de estos es tan grande, que algunas calles y zonas de la urbe  para los refugiados con algún posible están siendo rebautizadas por estos: por ejemplo la famosa plaza Galatasaray es conocida entre sirios como Sahet al- Khawaziq, o por ejemplo la zona de Nisantasi ya es "El Consulado sirio". Esta re-interpretación del mapa urbano de Estambul refleja o bien la dificultad de aprender el idioma del país de "acogida", o bien la intención de mantener un nexo de unión mediante un lenguaje común entre aquellos que se sienten de la misma manera: Empezando de cero sin poder olvidar lo sucedido, y tampoco olvidando de donde vienen. En definitiva, fuera de lugar.

Urfa y Antep son otras dos ciudades (Al sur de Tuquía) donde la aglomeración de sirios es muy significativa y donde más conocidos, amigos y familiares tengo. Pero obviamente se tratan de ciudades más pequeñas y con características distintas a la de Estambul, por lo que las personas que la habitan y sus posibilidades económicas,en general también. Andar por Urfa por lo que me han dicho es como caminar por Shareh al Mansur o Shareh Tal Abiad (Las dos calles principales de Raqqa) Mismos comercios, mismos propietarios, distintas condiciones y magnitudes y por supuesto, semblantes cambiados que difícilmente lograrán volver a tener la expresión de alegría que antes tenían. ¿Cómo es vivir en un barrio donde tus vecinos son más o menos los mismos, ver por la calle las mismas caras, pasear y ver las mismas tiendas, pero no estando en tu tierra? Es tu entorno pero eres un extraño, es vivir una copia a peor de tu vida. No puedo lograr ponerme en tal situación, me frustra y me produce tristeza.

Hemos hablado de las personas que con mayor o menos posibilidad han podido reanudar sus vidas, aunque yo creo que es algo imposible. ¿Qué vamos a decir de todos aquellos que no tienen ninguna posibilidad de hacerlo? ¿Son las dos caras de una misma moneda en una gran ciudad como Estambul? ¿Y las personas que ni si quiera han podido salir de Siria? ¿Qué reflexión nos sugiere esto si sea cual sea el caso nos produce en menor o mayor medida desgarro, impotencia y horror? ¿Qué argumentos dan los que defienden un Gobierno que le causa esto a su propia población? Les persigue, les roba, les bombardea, les tortura, les impide empezar de nuevo en otro lugar, les obliga a dejar sus casas atrás para sobrevivir a secas  mal o peor. Seguramente, que nos quedan muchas cosas en las que pensar y que iremos desglosando poco a poco. Esto es un blog en homenaje a Siria, a los sirios, pero también un rincón para pensar y plantearnos cosas que quizás hasta ahora habían pasado desapercibidas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario