jueves, 7 de mayo de 2015

Cartas virtuales II: De cuando la distancia no hace el olvido

El otro día contaba que había estado hablando con mi amiga MMA. Ayer también lo hice y me mandó una foto con una antigua compañera nuestra del colegio con la que se había encontrado. Ambas residen en Turquía en estos momentos. MMA. me contaba lo mucho que estaba sufriendo porque su novio estaba en Siria, pero que sabía que pronto se iban a encontrar y ser felices.

Hay muchas cosas que me fascinan de la gente de "allí". Puedo decir que el humor y la alegría que los acompaña en todo momento es un fenómeno diferenciador. La pasión con la que quieren las cosas, con las que aman a los suyos. La buena energía arroyadora que desprende todos sus deseos. Su actitud valiente e ingenio agudo pero a la vez su calidez entrañable. Parece que no quieren, ni necesitan estar solos. Recuerdo que hace un par de años, hablando con una prima mía, me contaba que estaban sufriendo ataques, yo me desplomé a llorar, y fue curioso que ella fuera quien me terminara consolando a mí, ella que estaba bajo el peligro y yo bajo el techo de mi casa luminosa, sentada en mi sofá con la nevera llena "Todo irá bien querida, no estés mal,sólo reza por nosotros" ¿Cómo explicarle que ni si quiera podía rezar porque en ese momento no creía en nada?Estaba destrozada. No era justo.
Cuando en la carrera estudié la corriente del comunitarismo (en general) y comunidad (en concreto), pude distinguir varios rasgos totalmente aplicables a la comunidad árabe, y específicamente a la siria en tiempos de guerra. Vivir en dos mundos tan opuestos, te proporciona unas lentes especiales que te permite diseccionar algunos rasgos (y también mitos) de ambas sociedades reales. Está claro, que mucha parte de Europa (Y sobre todo quien la domina) destila aires de individualización, factura del capitalismo desbordado, excedentes de la ambición colonialista que indirectamente se apropia de la conciencia y a su vez en las actitudes cotidianas. Es, sin duda, pese a quien le pese, el reino del utilitarismo, con el interés como único motor de mover ficha, y un cálculo coste-beneficio como ejercicio constante. Los lazos humanos se van debilitando poco a poco, "queremos nuestro espacio", nuestra vida, nuestras "cosas", porque estamos demasiado seguros que aún actuando como máquinas, los nuestros seguirán ahí. No entendemos que el día de mañana podemos pasar hambre, podrán echarnos de nuestra casa, o tendremos que irnos a vivir al país de al lado como acogidos, sin nada. Quizás, si eso pasara la cosa cambiaría, pero lo cierto es que sería demasiado tarde para poder disfrutarlo. Recuerdo como en Raqqa las familias tenían la costumbre de al atardecer sacar las sillas a la calle y sacar café, té y mattha, se juntaban con los vecinos y los hijos de ambos jugaban en la "hara" (Hara significa calle, pero en un tono cariñoso, asumiendo que es algo parte de nosotros). A día de hoy, en las harat siembre el caos y la anarquía en su tono más destructivo. La única salvación es el sentimiento de comunidad y unión de los vecinos que ceden sus sótanos para que funcionen como salas de hospitales (porque los de antes, están destruidos), y en otras ocasiones aulas de colegio (que tampoco existen ya). Las personas comparten la poca comida que tienen y el poco refugio que les queda. Pero sin duda, es una gran lección de humanidad y empatía. En la ciudad, existen gobiernos locales que forman los propios vecinos, donde se organizan asambleas y turnos de vigilancia para velar por los más pequeños e indefensos. Todos son indefensos.

Contactar de nuevo con mis amigos, y en estas circunstancias ha sido algo que jamás olvidaré en la vida. Llevo tatuado parte de su recuerdo en mi muñeca, pero el más grande en el corazón. Cuando yo me vine aquí a vivir a España, fue de una forma inesperada. Vine a pasar un verano más como otro cualquiera pero las circunstancias hicieron que ese verano durara más que los anteriores, 4 meses, 6 navidades, 8 veranos, un total de 10 años. Ese verano, casualmente, no me despedí de ellos, nos marchamos pronto.

Mi diario de aquel año, 2005 "Querido diario, te escribo desde Santiago de Compostela,
parece que nos vamos a quedar a vivir aquí", Detrás, una carta muy graciosa
que le enviaba a mi padre ese mismo año. La foto, creo que fue el último cumpleaños
que pasé allí, en Raqqa con mis amigas de siempre.

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