Ibrahim Qashush fue una de esas personas que dejó de lado su profesión para dedicarle a la revolución, su cuerpo, alma...y voz. Bombero de profesión, se convirtió en "cantante". Sus cánticos, sátiras y rimas le daban ritmo a las marchas pacíficas que se propagaron por Hama en el 2011 "Yallah Irhal ya Bashar" cantaba (Vamos, Bashar, vete ya). La gente se reunía en las calles de la ciudad, con pancartas ingeniosas y coloridas, y con banderas verdes de la Siria independiente, que eran cosidas en las casas por mujeres. Seguían el compás de Ibraim con sus palmas y sus coros, la esperanza todavía se sostenía entre los palos que sujetaban sus pancartas, a pesar de que las fuerzas del régimen estuvieran cerca y pudieran, de nuevo disparar , o lanzar bombas de clavos.
Ibrahim protestaba con su voz, y alimentaba el sentimiento de unión de sus vecinos. Es difícil sostener la alegría en medio de la amenaza, pero él era capaz de conseguirlo. Ibrahim apareció ahogado en un río, le habían dado una paliza, y arrancado sus cuerdas vocales. Pero a Qashush lo mataron por segunda vez, cuando el régimen organizó una manifestación en apoyo de Asad, y utilizaron las mismas entonaciones y ritmos que los de él, para alabar a Bashar.
Ali Ferzat es un dibujante famoso. Curiosamente, hace años -antes de la revolución- tuvo la posibilidad de reunirse con Bashar, en la era en la que este se mostraba aperturista y conciliador y en una ocasión que convocó a varios artistas para escucharlos. En medio de la sublevación, Ferzat realizó una serie de caricaturas en la que se mofaba abiertamente del presidente. Poco después, un enmascarado, lo secuestró, le pegó una paliza, y de paso, le rompió los dedos. Querían que no volviera a dibujar nunca más. Querían que no volviera a hacer lo que en Siria estaba prohibido hasta entonces: expresarse libremente.
Ferzat Jarban significó una amenaza real para Bashar y sus matones, el día que comenzó a grabar las protestas, pues no existía cobertura mediática de las mismas, ni tampoco una prueba de su existencia para el exterior. Se convirtió en los ojos que filmaban lo que una parte del mundo intentaba silenciar. Los vídeos que él y otros activistas grababan se subían desde pequeños centros de prensa improvisados en cualquier refugio o casa considerada medianamente segura por su situación, aunque la lluvia de bombardeos no aseguraba la salvación para ningún privilegiado. Ferzat murió sin ojos. Se los arrancaron. Fue su castigo. Le quitaron los ojos que vieron y retrataron en movimiento lo que el régimen hacía al pueblo: asesinar, torturar.
De Ruqqia Hassan, conocimos la confirmación de su muerte a inicios de este mismo año. Ruqqia era mayor que yo en unos años, no muchos, pertenecíamos a una misma generación. Nacimos en la misma ciudad, Raqqa. Seguramente, y teniendo en cuenta que todos nos conocíamos, en algún momento nos tuvimos que cruzar. ¿Quién me diría a mí que años después estaría desde aquí escribiendo sobre su asesinato? A Ruqqia fue Daesh quien le arrebató la vida. Lo hizo por reportar la verdadera vida de Raqqa en su cuenta de Facebook. Días antes ella advertía en un estado en Facebook "Estoy en Raqqa y he recibido amenazas de muerte. Está bien si el ISIS me captura y me mata, porque aunque me estén cortando la cabeza mantendré mi dignidad, y eso es mejor que vivir humillada" .Ruqqia, bajo el seudónimo de Nissan Ibrahim actualizaba sistemáticamente su estado de FaceBook con textos inteligentes que transmitían el horror de Raqqa. Poco después de su último estado, fue detenida durante dos meses, después, ejecutada. No quisieron devolverle el cadáver a la familia.
Khaled Essa representaba en cuerpo y espíritu la esencia de su lugar de nacimiento: Kafranbel. Valiente fotoperiodista, su lente era una de las más valoradas de la revolución. De él ya hablamos unas entradas atrás, informando sobre el explosivo que se detonó en la entrada del edificio en el que vivía junto a su compañero que también resultó herido, pero éste, tuvo más suerte que Essa. Hace una semana pedíamos para el fotoperiodista una visa humanitaria para trasladarlo a un hospital de Alemania donde podría curarlo. Alemania actuó correctamente y agilizó los trámites necesarios. Cuando Essa tenía la visa, falleció. Se señala a Al-Nusra como responsable del acto que le arrebató la vida a Khaled. Nos queda su trabajo, al igual que los otros súper héroes de la revolución, que lejos de las armas, emplearon lo que mejor sabían hacer para darle voz a un pueblo olvidado, silenciado y masacrado. La Siria de verdad, siempre os recordará.